Competencia e identidad pública

Cuando era adolescente, uno de mis amores platónicos era Michael Jordan. Y digo «platónico» entendiendo que quizá hoy el término no sea tan común ni en su definición ni en la práctica. No era una atracción superficial, sino una admiración profunda por su determinación, su talento inédito, y su capacidad para redefinir lo que significaba ser un competidor en aquel momento.

A día de hoy, aún conservo las páginas arrancadas de revistas y suplementos de los periódicos de los domingos que hablaban sobre él. Recortes que, en su momento, fueron pequeños tesoros y que ahora son testigos de un tiempo en el que MJ más allá de ser un jugador de baloncesto, era un símbolo de superación para mí.

La historia de la NBA en los años 80 y 90 está marcada por rivalidades que trascendieron la cancha. Chicago Bulls, Detroit Pistons y Boston Celtics protagonizaron un ciclo de enfrentamientos que no solo definió a cada franquicia, sino que también construyó identidades colectivas moldeadas por la competencia.
Los Pistons aprendieron de los Celtics a ser implacables con sus rivales más jóvenes, y cuando los Bulls emergieron como contendientes, Detroit replicó ese mismo modelo con ellos.

Así, se generó un bucle en el que la identidad pública de cada equipo se definía en función de la oposición y la resistencia ante el anterior.

Sin embargo, si miramos más de cerca, notamos que la verdadera competencia no era entre equipos, sino dentro de cada equipo. La lucha no era contra un enemigo externo, sino contra su propia maduración interna.

Es el conjunto de valores, creencias, y comportamientos que comparten los miembros de un grupo y que los define como unidad. No se trata solo de cómo se ven a sí mismos, sino de cómo responden a los desafíos externos, y cómo deciden evolucionar.

En el caso de estos equipos, cada uno tuvo que encontrar su punto de equilibrio:

  • Los Celtics (década de los 80) representaban el estándar de excelencia, con Larry Bird como su líder. Eran los maestros que dictaban las reglas del juego físico y mental.
  • Los Pistons de finales de los 80, conocidos como los Bad Boys, adoptaron esa mentalidad, llevándola al extremo con su juego duro y psicológico, liderados por Isiah Thomas, Bill Laimbeer y Dennis Rodman.
  • Los Bulls de los 90, con Michael Jordan a la cabeza, debieron aprender a superar ese trato, no solo físicamente, sino internamente, redefiniendo su propia identidad y dejando atrás la narrativa impuesta por los Pistons.

Los Celtics dominaron la Conferencia Este en la primera mitad de los 80, pero fueron desplazados por los Pistons, quienes en 1988 y 1989 derrotaron a Boston en playoffs y tomaron su lugar en las Finales de la NBA.

Detroit, a su vez, frenó la ascensión de los Bulls de Michael Jordan, eliminándolos en tres playoffs consecutivos (1988, 1989 y 1990) con la famosa estrategia de los Jordan Rules, diseñada para desgastar física y mentalmente a su estrella.

Pero en 1991, Chicago finalmente rompió el ciclo, y venció a Detroit en las Finales de Conferencia con una barrida 4-0. La imagen icónica fue la de los jugadores de los Pistons, liderados por Isiah Thomas, saliendo de la cancha sin dar la mano a los Bulls. Era el fin de una era.

Phil Jackson, el entrenador de los Bulls, entendió que la clave del éxito no estaba en vencer a Detroit en su propio juego, sino en cambiar su enfoque.

«No puedes dejar que lo que los demás hacen dicte lo que eres.» Phil Jackson

Michael Jordan también tuvo que aceptar que su crecimiento personal era la única vía para superar el obstáculo.

«Hasta que no nos hicimos más fuertes mentalmente y nos convertimos en un equipo, no pudimos superar a los Pistons.» Michael Jordan

El punto clave de esta historia es que cada equipo, en su momento de transición, no ganó porque derrotó a su rival, sino porque maduró internamente. Detroit no venció a Boston copiando su estilo, sino al convertir su juego en algo más físico y mentalmente desafiante. Chicago no venció a Detroit jugando con violencia, sino aprendiendo a mantenerse firmes en su propia identidad.

Este es un reflejo de la vida misma, si enfocamos nuestra energía en lo que otros hacen con nosotros, quedamos atrapados en un ciclo de reacción.
Cuando entendemos que la competencia es interna, que se trata de desarrollar nuestro potencial y gestionar nuestra identidad con madurez, nos volvemos imparables.

Así como los Bulls tuvieron que evolucionar para ganar, cada uno de nosotros enfrenta el mismo desafío.

La pregunta no es ¿quién te impide avanzar?, sino ¿estás listo para hacer el trabajo interno necesario para superarte?.

«La Transformación emerge de dentro hacia fuera.» Silvia Maceiras

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