Os presento a Yurena, una de mis mejores amigas. Nos conocimos hace 3 años en la puerta de colegio al que van nuestras hijas. Ellas se hicieron amigas, e inevitablemente empezamos a coincidir en celebraciones de cumpleaños, y actividades del cole. Una forma natural de hacer amistad para los que somos padres. Os suena, ¿verdad?.
Desde entonces hasta ahora, se ha ido forjando una preciosa y sincera amistad, la cual me inspira hoy a escribir este post, en el que además de expresar la profunda admiración y cariño que le tengo, quiero compartir algunos aprendizajes de vida que se han producido gracias a ella.
Cuando Yurena nació, le detectaron a los pocos días una lesión auditiva del 100%, y eso conllevó que se le asignara una etiqueta social de por vida, la de persona «sorda«.
Su madre decidió que no iría a centros especiales para personas sordas, por lo que estudió en centros educativos y escuelas para oyentes, lo que hizo que se adaptara rápido, y aprendiera a leer los labios de las personas a su alrededor para poder entender de qué hablaban.
Compaginó su etapa educativa con el entrenamiento de sus cuerdas vocales acudiendo a un logopeda especializado, gracias a lo cual hoy puede articular las palabras emitiendo sonido, aún sin haberlas escuchado antes. El entrenamiento sostenido durante años, ha dado como resultado que Yurena pueda hablar con total normalidad, siendo capaz de mantener conversaciones con cualquier persona oyente.
Al igual que ella, existen innumerables personas con «limitaciones», a quiénes la sociedad otorga etiquetas, queriendo anticipar, informar, o advertir al resto sobre las potenciales dificultades que existen a la hora de relacionarnos con ellas.
Lo curioso, es que tal y cómo yo lo veo, desde que conozco a Yurena, quien realmente pone de manifiesto dichas limitaciones soy yo, la persona supuestamente “normal.” Por eso, a partir de aquí relataré algunos de los hechos cotidianos en los que me baso para cuestionar las supuestas «etiquetas» establecidas, destacando las habilidades existentes detrás de ellas, y su potencialidad.
Yurena y yo hemos tenido la oportunidad de compartir diversas actividades juntas como practicar running, paddle surf, ir de compras, bailar, salir a cenar, o hacer excursiones y rutas por la naturaleza, además de compartir largas y extensas conversaciones personales e íntimas.
A la hora de compartir experiencias con Yurena he identificado algunas habilidades agudizadas en ella, y también algunas ventajas.
Al respecto de la comunicación:
Las conversaciones con Yurena tienen un elemento diferenciador que me gusta especialmente, sobre todo cuando estamos en espacios públicos. Y es debido al hecho de que para hablar con ella no necesito emitir sonidos, únicamente vocalizo y muevo la boca para que ella me lea y entienda.
Esto hace que podamos abordar asuntos personales preservando nuestra privacidad, al tiempo que generamos cierta curiosidad entre las personas que ven como nos comunicamos de una forma particular, ya que yo no sé comunicarme mediante lengua de signos, que suele ser lo habitual.
Al respecto de la habilidad para percibir las vibraciones:
- Un simple paseo por la calle se convierte en un paseo más seguro, porque ella es capaz de percibir la vibración del suelo, y es más sensible a las cosas que pasan alrededor. Se da cuenta si hay un vehículo pesado que viene a gran velocidad, un ciclista, o una persona caminando apresuradamente mucho antes que yo.
- En una ocasión que fuimos a bailar, observando su destreza, le pregunté, «¿cómo eres capaz de bailar de forma rítmica?» Y me dijo que ella hace fundamentalmente 2 cosas:
1. Siente la vibración del sonido por lo que puede identificar el golpe del tiempo musical.
2. Observa los movimientos de las personas que tiene alrededor, e imita los que más le gustan. La combinación de ambos elementos da como resultado que baila igual o mejor (en mi opinión), que algunas personas oyentes.
- Otra vez en una clase de paddle yoga, que como su nombre indica, consiste básicamente en hacer yoga en una tabla de paddle en el mar, una persona comenzó a tocar un handpan, y Yurena exclamó: “¡me encanta!”, porque podía percibir las variaciones de las notas del instrumento a través del agua. Para mí aquello fue ¡realmente impresionante!.
Al respecto del lenguaje corporal:
- Yurena nada más verme, sabe decirme cómo estoy. Es capaz de identificar mi estado de ánimo, o cómo está mi nivel de energía.
- Son incontables las veces en que me ha preguntado si pasaba algo por haber tenido sensaciones simplemente observando. Ha desarrollado una sensibilidad especial para darse cuenta si hay cierta tensión, decaimiento, o “algo” diferente en las personas únicamente leyendo su lenguaje corporal. Es capaz de percibir el estado emocional, y tiene un instinto natural para detectar que hay algo que no está bien, y al contrario, que están muy bien.
Éstas son únicamente algunas de las experiencias vividas en primera persona con alguien que supuestamente tiene una etiqueta que marca un modelo de relación con limitaciones aceptadas socialmente. Sin embargo, la persona incapaz de leer los labios, comunicarse mediante lengua de signos, percibir las vibraciones, el peligro, o el estado emocional de las personas, soy yo, no es ella.
El modelo de relación con mi amiga Yurena, me ha hecho pensar mucho sobre cómo opera el sistema social (basado en etiquetas), y en él, nuestra naturaleza humana.
«Las etiquetas contribuyen de forma directa a determinar la manera en la que nos relacionamos con los demás y con el mundo, pero si no nos permiten elegir en libertad, nos limitan».
Marcan y condicionan nuestras decisiones, relaciones, modelos de vida, en casi todo lo que hacemos. Lo primero que hace nuestro cerebro ante cualquier circunstancia es clasificar, medir, ordenar, establecer las personas, las ideas, la vida en el lugar que consideramos adecuado.
«Esto es bueno, es malo, es lo correcto, lo incorrecto, suficiente, insuficiente, bien…» No sabemos vivir sin etiquetas y por consiguiente son nuestros sesgos los que mandan.
Llevando esta experiencia al terreno profesional, el ejemplo de vida de Yurena, me recuerda la importancia de retar los juicios pre-establecidos que existen en los equipos, Organizaciones, y relaciones en general, en las que las etiquetas nos empujan hacia la búsqueda de una auto-definición constante, invariable, conocida y aceptada por el Sistema.
Es un hecho más que probado, tener en cuenta la etiqueta para asignar la realización de determinadas tareas a personas concretas dentro de un equipo.
En equipos, es relativamente fácil escuchar quien es «el perfeccionista, el pelota, el social, el bromista, el vago, el cerebrito, el competitivo, el tímido, el puntual, el estratega«, entre otros.
Por ejemplo, en un equipo de ventas: ¿A quién se le suele pedir que haga el informe detallado del forecast o de los beneficios del trimestre en el área? al «perfeccionista, cerebrito» (incluso suelen ofrecerse primero para hacerlo). Y a la hora de organizar la cena de empresa ¿quién será…? ya lo sabemos.
Es fácil entender la tendencia natural para elegir la tarea que más se aproxima a la forma de ser de las personas dentro de un equipo, sin embargo, desde otro punto de vista, se produce un efecto de anestesia colectiva, inhibiéndoles crecer y experimentar otras posibles habilidades o competencias que les permitan auto-dimensionarse.
Este estado de anestesia colectiva, puede alimentar una falsa sensación de seguridad, asentada en un estado de conformismo casi permanente, una baja capacidad de autogestión y adaptación al cambio como equipo, y un alto nivel de dependencia entre las personas que lo integran.
Mis conclusiones
El aprendizaje gracias a mi amistad con Yurena, es darme cuenta de la importancia de liberar mis sesgos, y abrirme a la posibilidad de dejarme sorprender por las personas, ya que detrás de cada etiqueta hay todo un mundo de habilidades por descubrir. Me ayuda a cuestionar la etiqueta aceptada, o conocida.
Consigo neutralizar la sensación de dejarme llevar por la falsa sensación de creer que sé algo, sin darle credibilidad a las ideas prefijadas, hasta que lo pueda experimentar por mí misma. ¡Qué aburrido y peligroso creer que sabemos todo!
Además, he entendido que la etiqueta puede activar la motivación si se canaliza para demostrarse a uno mismo que las personas somos mucho más que las etiquetas impuestas o auto-impuestas. Los seres humanos somos varias dimensiones al mismo tiempo, y éstas cambian constantemente. Quizá la etiqueta sirve como impulso para potenciar y desarrollar habilidades que para otros resultarían complejas, muy complejas, e incluso me atrevería a decir que casi imposibles.
Al final la etiqueta puede significar una minúscula parte dentro de un gran conjunto de elementos que conforman a las personas. Sirve como medio para animar a desafiar lo conocido y crear oportunidades en un espacio en el que atreverse a explorar, crecer y sentir que hay evolución, y otros puntos de conexión posibles entre las personas.
Si hay algo que te mueve, o te resulta familiar, reflexiona sobre si las etiquetas en las que operas actualmente, están impidiendo que veas otros super poderes más allá de ellas. ¡Quizá descubras algo!
2 respuestas
Más que interesante texto, es enseñanza completa, relacionó con los dones que cada quien puede descubrir por sí mismo, o como en este caso, ver y aprender una realidad diferente . Gracias.
Así es Rosa, las limitaciones pueden ser la fuente del potencial y del descubrimiento de nuevos talentos. Gracias por su comentario, feliz día.